DOS



    Gabriela está tumbada en la cama mirando al techo mientras de la radio salen los compases de Like a Rolling Stone de Bob Dylan. No se detiene ni tan siquiera en entender la letra, le gusta simplemente porque es de Bob Dylan y porque menciona a los Rolling Stones. ¿Qué puede haber de malo en eso? No tiene ni idea de lo que habla la canción ni se lo imagina.

La habitación en la que está no es la suya, pero se desespera mucho esperando a que su mejor amiga, Adriana, termine de vestirse. Nunca está a gusto con lo que se pone. Cambia unas seis veces de modelito hasta terminar poniéndose el primero que eligió. Lo hace siempre. Gabriela no lo entiende, porque, ¿quién estaría incómoda con el cuerpo de su amiga? Es verdad que ella está más delgada que Adri, pero aun así… su amiga no tiene de qué quejarse.

—¡Joder tía! Con este culo no hay nada que hacer…

Gabriela se endereza y se queda sentada apoyando la espalda en la pared. No va a decir nada, porque no tiene ganas de discutir por tonterías. Al final Adriana se ha puesto unos vaqueros pitillo oscuros y una camiseta de rayas y una cazadora vaquera encima. Da igual lo que se ponga, siempre lo termina perfeccionando con el complemento justo. Últimamente más, que le ha dado por los complementos hipsters. Se recoge el pelo en una coleta que parece deshecha, pero sólo lo parece, es así a conciencia. Se pasa el eyeliner por el párpado, cada día tiene más maña. Pasa una brocha con colorete por sus pálidos pómulos y se maquilla los labios con un rojo coral que está más de moda que nunca.

—¿Quieres?—le pregunta a su amiga ofreciéndole el neceser. Ya va maquillada, pero siempre acepta echarse pintalabios. Es casi como un ritual. Si no se da la situación es que no van a ir a ninguna parte—. Tía… estoy encantada con el plan de hoy—dice emocionada mirándose al espejo comprobando que todo está en su sitio.

—Hará frío—dice Gabriela devolviéndole el pintalabios también mirándose al espejo.

—Ya… aunque no tengo pensado salir del garito.

—¿Ni para fumar?

—Todo depende de Raúl…—dice la chica divertida sonriendo a su amiga.

—Mira, mona, más te vale que te acerques a él esta noche o te aseguro que dejo de hablarte para los restos, porque como escuche una vez más “Raúl pasa de mí” creo que puedo matarte.

—Tienes muy poca paciencia, Gabi—dice la chica colocándose una bufanda de lana gorda de color rojo alrededor de su cuello.

—Y tú muchos pájaros en la cabeza… ¿cómo es lo que tú dices? ¡Ah sí! “Estoy esperando a encontrar el momento perfecto”—dice su amiga imitando la voz de una niña ñoña—. No sé ni cómo perdiste un día la virginidad con tanto esperar para todo, tía. ¡Te pierdes la vida esperando tanto!

—El romanticismo debió de morir con la caída de las torres gemelas. ¡Qué absurdo es escucharte Gabriela! La sociedad de hoy en día ya no vive el amor, las cosquillas en la tripa cuando recibes un mensaje, los ojos vidriosos cuando te dicen que les gustas... Hablas como si la vida sólo fuera sexo y diversión.

—Cuando tienes veintiún años, tiene que ser eso—añade Gabriela casi como si fuese Rizzo de Grease, luego recula mirando a su amiga—. Está bien… eso es bonito, pero seamos conscientes. Ya los chicos no te dicen que les gustas… lo único que te dicen es “¿quieres que echemos un polvo, nena?”

Las dos amigas se ríen, resignadas y se miran otra vez antes de apagar la música y salir de la habitación. No hay nadie en casa, han cenado y se van a un concierto de un grupo que han conocido en twitter. No están mal, demasiado indies para su gusto, que ya de por sí es bastante indie. Además son conocidos de un amigo de Raúl, así que él va. No hay excusa para no acercarse y cantarse un par de piezas. Las dos únicas que han escuchado en youtube hasta rayarlas. Bueno, si eso fuese posible.



—Aún tiene que haber un hombre romántico en Madrid…—dice Adriana después de pulsar el cero una vez que estaban dentro del ascensor.

—¿Sí? ¡Pues si lo encuentras, preséntamelo!


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